“Los avances de las mujeres en el campo de CyT incorporan nuevos problemas y perspectivas de investigación”


Compartimos la entrevista realizada a Susana Ortale, directora del CEREN, en la que reflexiona sobre el lugar de las mujeres en el campo científico y el desafío de desarticular el sesgo arraigado que aún persiste entre mujeres y varones. La entrevista fue publicada en el portal de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, en el marco del mes de la mujer trabajadora.

Susana Ortale es Investigadora Principal de la CIC. Directora del Centro de Estudios en Nutrición y Desarrollo Infantil (CEREN), centro Propio de la CIC. Antropóloga, con título de grado y doctorado de la Universidad Nacional de La Plata y otros títulos de posgrado en Ciencias Sociales, Evaluación de políticas sociales, Seguridad Alimentaria y políticas públicas obtenidos en otras instituciones.

Inició su trayectoria en la CIC como becaria en 1985, fue personal contratado, profesional de apoyo e ingresa en 2006 a la carrera de investigación, asumiendo en 2008 como directora del CEREN,  cargo que concursó en 2015.

¿Qué significa el 8M?

Representa un homenaje a las mujeres muertas en la huelga de 1908 y el reconocimiento a los movimientos feministas que sostuvieron las luchas y  reivindicaciones  en pos de la igualdad entre los géneros. El 8M es un signo de reconocimiento de un lazo de comunidad, de ratificación de una alianza de las mujeres y de otros géneros no alineados al mundo masculino, que aún siguen subordinados en diversos ámbitos de la vida. Si vemos un informe reciente de la ONU, los prejuicios sexistas persisten de manera generalizada, no solo en los varones. Por ejemplo, se considera que los hombres son mejores políticos y líderes de negocios; que ir a la universidad es más importante para ellos, que deben tener trato preferencial en mercados laborales competitivos, lo que constituye un enorme obstáculo. Son indicadores de las barreras invisibles que enfrentamos para lograr la igualdad, pese a las décadas de progreso de la mano de significativos avances en los marcos legales. Ese es el principal desafío, desarticular ese sesgo arraigado, tanto entre hombres como mujeres, que limita la concreción de la igualdad. Y para lograrlo, hacen falta decisiones de hacer cosas para que eso ocurra, y aún falta. Sabemos que los derechos se conquistan. Y se necesita confrontar, tener valentía e inteligencia para hacerlo.

¿Qué pasa con la mujer en el campo laboral, específicamente en la ciencia?

En nuestro país, se ha dado un proceso muy significativo de participación creciente de las mujeres en el campo científico. En 2015 llegamos a un 52 % de investigadoras mujeres, en contraste con el 30% que se observaba en el mundo en donde solo 1 de cada 5 países había alcanzado la paridad de género en ciencia. De allí que recibiéramos una distinción de la  UNESCO. Ese crecimiento de la cantidad de mujeres investigadoras fue de la mano de una política pública impulsada fuertemente desde 2003 que permitió la expansión del sistema científico. También fue fruto del reconocimiento de derechos como por ejemplo, la licencia por maternidad para las becarias.

Ese incremento, por supuesto, no se distribuyó de la misma manera entre los distintos campos del conocimiento. Seguíamos estando subrepresentadas por ejemplo en las Ciencias Exactas y sobre representadas en las Ciencias Sociales. Tampoco se expresó en todas las categorías, y todavía subsisten las discrepancias. Los mayores niveles de participación de las mujeres se observan en las categorías más bajas, descendiendo en las categorías de investigador principal y superior. Entiendo que esta situación se va a revertir en el corto plazo.

Por otra parte, los avances de las mujeres en el campo de CyT involucran, y esto es especialmente importante, la incorporación de nuevos problemas y perspectivas de investigación.  Esto ha sido señalado desde hace varias décadas por distintas autoras que han señalado que el conocimiento científico está sesgado por el género. Temáticas como las desigualdades de género en articulación con clase, raza, etnicidad, edades; las violencias, los cuidados,  el trabajo invisible, por mencionar algunos,  han sido  puntas de lanza de investigadoras y han tenido  mucha importancia en el diseño e implementación de políticas públicas.

Actualmente sigue prevaleciendo un modelo de investigación androcéntrico, más allá de prejuicios sexistas que actúan en las relaciones interpersonales cotidianas. Es importante desestabilizar colectivamente los estereotipos sexistas. Pienso por ejemplo en la presión que aun sienten muchas mujeres por adoptar un camino libre o con menores responsabilidades domésticas, retrasar la maternidad, tener menos hijos de los deseados; sentir que quedan en inferioridad de condiciones frente a los investigadores que,  aun siendo padres, no tienen la misma carga de responsabilidad en el trabajo doméstico y de cuidados.

También incluyo dentro del modelo androcéntrico a las prioridades para la asignación de cargos o de recursos. Por ejemplo, la mayor ponderación de la producción tecnológica por sobre la producción científica en la evaluación sea de ingreso o de promoción en la carrera, constituye un criterio que va a contrapelo de la equidad de género, ya que omite que probablemente no pueda cumplirse con la paridad ya que las mujeres están subrepresentadas en el área de la producción tecnológica, reforzándose la discriminación horizontal.

Si bien hay avances en el reconocimiento de las mujeres, todavía son insuficientes. ¿Visibilizar esta realidad, es una cuestión marketinera o hay acciones concretas en favor de la igualdad y la equidad?

Hay acciones concretas con resultados positivos concretos. Si repasamos el conjunto de convenciones internacionales suscriptas por nuestro país, de leyes nacionales, provinciales y su aplicación, la situación es elocuente y auspiciosa. Pero tratándose de cuestiones que tenemos muy naturalizadas, que colonizan nuestra subjetividad, es importante prestar atención a la congruencia entre los discursos y las prácticas. Y hay que promover que los hombres cuestionen el modelo de masculinidad prevaleciente, los mandatos culturales de género que persisten y recaen sobre ellos y que, por otra parte,  los afectan particularmente.  Hasta tanto ese proceso no se desarrolle, los resultados van a ser más acotados, más lentos o su logro más conflictivo.

¿Qué pasa con el lenguaje y una utilización del mismo que sigue invisibilizando a mujeres y diversidades?

Desde ya acuerdo en que hay que remediar la falta de  referencia en los discursos al género femenino o al de otras identidades de género.  En mi comunicación oral y escrita, resuelvo la invisibilización de las mujeres, pero no la de personas que no se identifican con varones o mujeres. Por un problema generacional, me cuesta incorporar el lenguaje neutro; desaprender algo tan incorporado como el lenguaje no es sencillo.

La pandemia y su consecuente confinamiento ¿afectó a las mujeres en el trabajo?

Sí, la pandemia afectó particularmente a las mujeres en el trabajo ya que fueron las principales responsables del cuidado de sus hijos u otros familiares dependientes y de las tareas domésticas, cuya realización requirió de un plus de trabajo para ajustarse a los cuidados que indicaban los protocolos. A ello se añadió el acompañamiento para la realización de las tareas escolares y lidiar con el acceso y dominio de la comunicación virtual.

En un estudio que hicimos en el CEREN a través de escuelas del nivel inicial, primario y secundario de La Plata, Berisso y Ensenada, se constata claramente esta situación.

En el mismo sentido, ¿qué pasa con las investigaciones y el desarrollo de las mismas?

La sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado, el trabajo virtual en los hogares, compartido en ocasiones con parejas e hijos/as y ajustado a sus horarios, la imposibilidad de avanzar en investigaciones empíricas y de disponer de las condiciones necesarias para el trabajo intelectual, incidieron especialmente en las científicas. Ni hablar en aquellas que además debieron abocarse a la docencia.

La ley de financiamiento a la actividad científica, aprobada recientemente, postula “propiciar la igualdad real y efectiva de la participación de la mujer y la población LGTBI+ en todos los niveles y ámbitos del sistema científico tecnológico”. ¿Cómo se reflejaría en la práctica?  

En primer lugar, es importante destacar que en nuestro país, el colectivo de  Trabajadoras de Ciencia y Universidad  ha contribuido significativamente  a visibilizar, desnaturalizar y revertir las situaciones de desigualdad y violencia de género que experimentan las mujeres en el sistema científico-tecnológico. La ley refleja el resultado de las acciones y metas que se propusieron.

Dicha ley es importante porque incorpora la igualdad de género eludiendo el binarismo e incluyendo otras identidades de género.

A los efectos prácticos, podría verse reflejada en distintas herramientas. Una de ellas, un sistema de información y estadística que contenga información sobre el género (sea cis o trans), edad, formación, lugar de trabajo, etc. de quienes integran el sistema de CyT o aspiran a integrarse al mismo. Otras deberían apuntar a la remoción de los patrones socioculturales que reproducen y sostienen las desigualdades entre los géneros. Otras deberían dirigirse a promover su participación, garantizando la igualdad de derechos y oportunidades.

En el último caso, se requiere analizar, con base al diagnóstico y metas relativas a la situación de los géneros en CyT, cómo se distribuye proporcionalmente el financiamiento entre distintas áreas de conocimiento, cuáles son las condiciones que se explicitan en las convocatorias, cuáles son los criterios de ponderación y distribución.

Fuente: https://www.cic.gba.gob.ar/

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